TALENTO PARA EL AJEDREZ
Dice una anécdota, que probablemente es apócrifa, que una dama, en los años treinta, vio al gran campeón Lasker y le dijo admirada: “Ay, Maestro , ¡daría la vida por jugar como usted!”, a lo que el gran campeón mundial replicó: “yo la he dado, señora”.
Independientemente de si la anécdota es cierta o no, es claro que hay que trabajar muy duramente para progresar en el tablero. Hoy día cualquier jugador que deseé superarse requiere de utilizar muchas horas de su tiempo libre en bases de partidas, resolviendo ejercicios de táctica, analizando los últimos encuentros de los grandes maestros, practicando en torneos y en partidas de entrenamiento, etcétera.
Dicho de otra manera, hay que esforzarse y trabajar con mucho ímpetu para poder jugar mejor. Por eso es de sorprenderse cuando llega un jovencito que juega con una habilidad que nosotros no poseemos y que parece fuera de toda proporción.
Son esos talentos que progresan rápidamente sin tener que estudiar, aparentemente, las horas que los demás estudiamos. Como que juega al ajedrez bien, con una naturalidad pasmosa y que lo hace tener mejores resultados que los que nosotros podemos tener en años de estudio constante.
Los casos de Karjakin, el gran maestro más joven de la historia (a los 11 años de edad), Carlsen, que en un año, de no saber nada llegó a jugador de primera fuerza y que hoy día, ya se ha convertido en Campeón del Mundo. En México tenemos el caso de Manuel León Hoyos, que desde los 10 años de edad mostró cierto talento. Logró el título de Maestro FIDE a eso de los 10 u 11 años, para en poco tiempo convertirse en Maestro Internacional y, más tarde, Gran Maestro, título máximo que se otorga en el ajedrez organizado (sin considerar el título de campeón mundial).
No cabe duda que estos tres ejemplos, como muchos otros de jovencitos notables, muestran que el talento innato existe y se ve claramente en las partidas de esos jugadores. Con pocos años demuestran una habilidad extraordinaria en el tablero de ajedrez y además, tienen una madurez para valorar las posiciones que francamente es notable. Sin embargo, cuando uno ve esto pone a pensar ¿qué nos queda a nosotros, que tenemos, para decirlo de la mejor manera posible, un talento normal?
Probablemente nunca la mayoría pueda destacar en el ajedrez mundial. Para eso se requiere de muchísimo esfuerzo y trabajo en el tablero escaqueado. Esto no debe hacernos desistir en intentar jugar mejor. Yo creo que si tengo un talento “estándar” y trabajo fuerte en ajedrez y logro ciertos resultados interesantes, como ganarle quizás en alguna ocasión a algún maestro internacional o empatar con un gran maestro, pues es más que satisfactorio porque ante la falta de habilidad natural, la estamos minimizando con un trabajo constante.
Ahora bien, quizás los medios nos cuenten historias que en el fondo habría que poner en tela de juicio: por ejemplo, se menciona que Capablanca prácticamente nunca estudió ajedrez y que jugaba con tal habilidad que parecía podía “respirarlo”. Botvinnik, el excampeón del mundo sospechó siempre que Capablanca tenía un método secreto para jugar bien al ajedrez.
Como sea, yo dudo que efectivamente el cubano no haya estudiado nunca. Alekhine, su archirrival estaba muy bien preparado cuando enfrentó en 1927 al cubano en Buenos Aires, Argentina, quitándole el título de campeón del mundo en un extraordinariomatch . Y probablemente Capablanca habría estudiado las partidas de su rival.
Los jugadores más jóvenes en el circuito internacional de ajedrez estudian como leones. Trabajan diario en ajedrez. Revisan novedades, tienencomputadoras , millones de partidas, monografías de aperturas, libros de táctica, etc. Están 100% metidos en el ajedrez y solamente así pueden llegar a la elite. Por más talento que estos chamacos tengan, es claro que para llegar a ello se han esforzado por muchas horas tratando de desentrañar los misterios del juego ciencia.
Recuerdo una anécdota que me contó Leontxo García, el periodista español especializado en ajedrez. Me dijo que al término del Campeonato Mundial entre Kasparov y Karpov, en donde el primero ganara en una final de fotografía (al empatar el match a 12 puntos en la última partida de dicho encuentro en Francia), le preguntó a la madre de Kasparov si después de este fuerte match descansarían por algún tiempo. La mamá del gran campeón dijo: “¿Descansar? Nosotros no conocemos esa palabra. Siempre estamos trabajando”.
Independientemente de si la anécdota es cierta o no, es claro que hay que trabajar muy duramente para progresar en el tablero. Hoy día cualquier jugador que deseé superarse requiere de utilizar muchas horas de su tiempo libre en bases de partidas, resolviendo ejercicios de táctica, analizando los últimos encuentros de los grandes maestros, practicando en torneos y en partidas de entrenamiento, etcétera.
Dicho de otra manera, hay que esforzarse y trabajar con mucho ímpetu para poder jugar mejor. Por eso es de sorprenderse cuando llega un jovencito que juega con una habilidad que nosotros no poseemos y que parece fuera de toda proporción.
Son esos talentos que progresan rápidamente sin tener que estudiar, aparentemente, las horas que los demás estudiamos. Como que juega al ajedrez bien, con una naturalidad pasmosa y que lo hace tener mejores resultados que los que nosotros podemos tener en años de estudio constante.
Los casos de Karjakin, el gran maestro más joven de la historia (a los 11 años de edad), Carlsen, que en un año, de no saber nada llegó a jugador de primera fuerza y que hoy día, ya se ha convertido en Campeón del Mundo. En México tenemos el caso de Manuel León Hoyos, que desde los 10 años de edad mostró cierto talento. Logró el título de Maestro FIDE a eso de los 10 u 11 años, para en poco tiempo convertirse en Maestro Internacional y, más tarde, Gran Maestro, título máximo que se otorga en el ajedrez organizado (sin considerar el título de campeón mundial).
No cabe duda que estos tres ejemplos, como muchos otros de jovencitos notables, muestran que el talento innato existe y se ve claramente en las partidas de esos jugadores. Con pocos años demuestran una habilidad extraordinaria en el tablero de ajedrez y además, tienen una madurez para valorar las posiciones que francamente es notable. Sin embargo, cuando uno ve esto pone a pensar ¿qué nos queda a nosotros, que tenemos, para decirlo de la mejor manera posible, un talento normal?
Probablemente nunca la mayoría pueda destacar en el ajedrez mundial. Para eso se requiere de muchísimo esfuerzo y trabajo en el tablero escaqueado. Esto no debe hacernos desistir en intentar jugar mejor. Yo creo que si tengo un talento “estándar” y trabajo fuerte en ajedrez y logro ciertos resultados interesantes, como ganarle quizás en alguna ocasión a algún maestro internacional o empatar con un gran maestro, pues es más que satisfactorio porque ante la falta de habilidad natural, la estamos minimizando con un trabajo constante.
Ahora bien, quizás los medios nos cuenten historias que en el fondo habría que poner en tela de juicio: por ejemplo, se menciona que Capablanca prácticamente nunca estudió ajedrez y que jugaba con tal habilidad que parecía podía “respirarlo”. Botvinnik, el excampeón del mundo sospechó siempre que Capablanca tenía un método secreto para jugar bien al ajedrez.
Como sea, yo dudo que efectivamente el cubano no haya estudiado nunca. Alekhine, su archirrival estaba muy bien preparado cuando enfrentó en 1927 al cubano en Buenos Aires, Argentina, quitándole el título de campeón del mundo en un extraordinario
Los jugadores más jóvenes en el circuito internacional de ajedrez estudian como leones. Trabajan diario en ajedrez. Revisan novedades, tienen
Recuerdo una anécdota que me contó Leontxo García, el periodista español especializado en ajedrez. Me dijo que al término del Campeonato Mundial entre Kasparov y Karpov, en donde el primero ganara en una final de fotografía (al empatar el match a 12 puntos en la última partida de dicho encuentro en Francia), le preguntó a la madre de Kasparov si después de este fuerte match descansarían por algún tiempo. La mamá del gran campeón dijo: “¿Descansar? Nosotros no conocemos esa palabra. Siempre estamos trabajando”.
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