El Gran Maestro mexicano Carlos Torre Repetto, es considerado como uno de los genios más brillantes del juego ciencia de todos los tiempos. Sus partidas son habitualmente analizadas y calificadas como joyas de belleza en libros y publicaciones especializadas. En contraste, su vida también estuvo marcada por la tragedia. Una enfermedad de orden físico, no atendida a tiempo y cuyas lesiones afectaron su sistema nervioso central, le impidió de manera repentina, continuar el ascenso al máximo título del ajedrez mundial.
Nació en Mérida, Yucatán, el 23 de noviembre de 1904. Su padre, Ejidio Torre, le enseñó a jugar cuando tenía seis años. Al cumplir los 10, su familia emigró a la ciudad de Nueva Orleans, Estados Unidos. Ahí pronto se convirtió en uno de los mejores ajedrecistas de la ciudad. Antes de cumplir 14 años ganó el segundo lugar, pronto obtuvo el primero; en 1923 fue campeón del estado de Louisiana, luego logró el campeonato de Nueva York y casi enseguida se coronó campeón del torneo más importante de los Estados Unidos de esa época, el Western Championship, de Detroit, en 1924.
Su fulgurante carrera continuó en Europa al participar en el torneo de Baden Baden, Alemania, donde fue el más joven y obtuvo el décimo lugar entre los mejores competidores del mundo. Luego fue invitado al torneo de Marienbad, donde logró un tercer lugar e hizo "el juego más hermoso del torneo", según el G. M. Ricardo Reti.
En noviembre de 1925 participó en el Campeonato de Moscú, el encuentro más importante de esa época a nivel mundial. Ahí causó expectación y asombro al vencer a los mejores ajedrecistas del planeta. Destacaron sus victorias ante Emanuel Lasker, entonces ex Campeón del Mundo, Frank Marschall, Ricardo Reti, Freidrich Sämisch y otros. Hizo tablas con el Campeón del Mundo, José Raúl Capablanca. Se mantuvo como líder absoluto durante las nueve primeras rondas, pero, (este es un rasgo que siempre le caracterizó), perdió inexplicablemente ante jugadores de rango menor... Aún así, obtuvo el quinto lugar en la clasificación general.
En 1926 vino a México y participó en el Torneo por el Campeonato Nacional. Obtuvo el primer lugar, invicto, con seis puntos. Le siguieron, José Joaquín Araiza, con 3, Manuel Soto Larrea, 1.5 y Agustín Freiría, también 1.5. Después viajó a Zacatecas, Mérida y Progreso, "donde venció a todos sus contrarios", según dice una crónica de don Francisco Vargas Basurto, fechada en 1934. Luego fue a Chicago donde jugó en el Torneo Internacional de esa ciudad. Este sería el último de su vida porque poco tiempo después, en Nueva York, y de manera repentina, se le manifestaron los síntomas de la enfermedad. A consecuencias del mal, se trasladó a vivir con familiares a Progreso, Yucatán. Posteriormente vivió en el estado de Nuevo León con otro de sus hermanos. También residió algunos años en el Distrito Federal y, finalmente, pasó sus últimos días en una casa de reposo para ancianos de Mérida, Yucatán, donde falleció el 19 de marzo de 1978.
En su honor, una variante de la apertura de peón dama lleva su nombre: "Ataque Torre". Como un homenaje a tan brillante carrera, la Federación Internacional de Ajedrez, FIDE, le otorgó el título de Gran Maestro Internacional.
Apacible y altivo a la vez Don Alfonso Ferriz Carrasquedo, decano del ajedrez nacional, conoció a Carlos Torre y recuerda algunos de sus rasgos personales: "El Gran Maestro Carlos Torre tenía un carácter extraordinariamente bondadoso y amable. Como ajedrecista, casi no le interesaban las victorias, al menos, cuando yo le conocí. Prefería la belleza del juego, su esencia, el por qué de una variante o combinación. Disfrutaba la búsqueda de lo óptimo, era un perfeccionista hasta la exageración. Por ejemplo, estudiaba la etimología de las palabras, su origen, incluso el de las letras, y así descubría toda la riqueza de su significado. Por eso hablaba muy bien, con mucha claridad y precisión. Le agradaba jugar una modalidad de partidas donde, en el instante en que se producía el más mínimo desequilibrio, podía retroceder tantas veces como fuera necesario, hasta lograr un juego perfecto".
"Se interesaba por la filosofía y la historia de las ideas. Opinaba que era absurdo que existieran tantas religiones diferentes en el mundo, cuando en el fondo y desde siempre, todas contienen los mismos principios universales".
"Pero no crea usted que con todos era tan bondadoso en el tablero. Es cierto que no quería ganarle partidas a sus amigos, parece que le faltaba ambición o le daba pena, no sé. Igual actitud tenía con los niños, con muchachos jóvenes, o con jugadores discretos. A todos ofrecía tablas y si alguien le exigía que luchara, entonces las imponía. Pero con grandes jugadores, con adversarios de su talla y con ciertos personajes poderosos, era una fiera, se volvía implacable, se ponía altivo y le ganaba a cualquiera. Por eso era un desastre invitarlo a torneos. No había manera de planear nada con él porque regalaba sus puntos a los competidores más malos y ofrecía tablas a discreción. Y en cambio a los buenos les ganaba y les quitaba puntos decisivos para acceder a alguna norma o clasificación. Así nadie podía con él".
En una ocasión vino a México el Gran Maestro Miguel Najdorf. Participé en las simultáneas que ofreció. Casualmente, el maestro Torre se ubicó atrás y me iba indicando las mejores jugadas. Najdorf pronto notó la calidad del juego y mostró preocupación porque las cosas no iban bien para él. Y cuando mejor pintaban el juego para nosotros, que desde atrás el maestro Torre, sonriente le dice, "¿tablas, maestro?" Por supuesto que Najdorf, encantado, las aceptó y sobre mi cabeza, caballerosamente, se dieron la mano..." "Era generoso hasta la exageración. Dada su pésima situación económica, algunos de sus amigos, a veces, le comprábamos ropa o calzado, o le regalábamos de la nuestra. La usaba un día o dos, pero luego aparecía con la misma de antes. -¿Y qué pasó con el traje, maestro Torre?. -¡Oh, es que tuve que dárselo a un señor de la calle... el pobre no tenía nada! - explicaba, con su típico acento yucateco". "No hay desarrollo sin armonía"
El matemático y ajedrecista Gabriel Velasco Sotomayor, logró hacerle una entrevista en la casa de retiro para ancianos donde vivió sus últimos años en Mérida, Yucatán, el 10 de agosto de 1978. Aparece en su libro, "Vida y Partidas de Carlos Torre", editorial Incaro, 1994. Entre otras preguntas, le formuló las siguientes: -Durante sus años formativos como ajedrecista, ¿qué maestro o maestros ejercieron más influencia en su juego o en su estilo? -"Sin duda, el doctor Emanuel Lasker, pero también aprendí mucho del estudio de las partidas famosas del Morphy, Steinitz, Mason y Tarrasch. Mis primeros libros de ajedrez fueron los de Mason, y creo que ejercieron influencia en mi estilo". ¿Cuál fue la partida más difícil que jugó usted en su vida? -"Tal vez la que le gané a Whitaker en el campeonato occidental de 1924.
Al principio, la posición estaba igualada, entonces yo ofrecí tablas, pero para mi sorpresa, el maestro Whitaker las rehusó. Así que decidí emplearme a fondo y explotar al máximo cualquier pequeña imprecisión de mi oponente. De ahí derivó mucho forcejeo y una tensa lucha. Unas 20 jugadas después mi oponente, en posición inferior, me propuso tablas, pero ya era demasiado tarde. Yo estaba determinado a ganar, y gané, aunque hice un esfuerzo casi sobrehumano". Carlos Torre Repetto escribió en colaboración con N. Rockline, un estudio titulado, "El desarrollo de la habilidad en ajedrez", donde resume algo de su pensamiento como ajedrecista. Se publicó por primera vez en ruso, en 1926, luego se tradujo al inglés, y en 1927, al español. Hace algún tiempo lo reeditó el Club Mercenarios, basado en una traducción de Raúl Ocampo Vargas. Estas son algunas de sus ideas: "El desarrollo de nuestra habilidad no consiste en que lleguemos a serconocedores de las aperturas y diestros en los finales, porque no hay desarrollo sin armonía... debemos empeñarnos principalmente en jugar todas las partes del juego igualmente bien, esto es, jugar ajedrez"... "Si siempre jugamos cada vez mejor que antes: la apertura con mayor precisión, el medio juego más conscientemente y el final con exactitud; si nos proponemos hacer nuestros cálculos con más corrección, producir una obra maestra, nuestros esfuerzos internos se traducirán y nuestro progreso sobrepasará a los más lisonjeros sueños"... "La fuerza que se acumula debe producir progreso, y de esta suerte, nuestro esfuerzo continuo y creciente desarrollará nuestra habilidad en razón progresiva"... "La virtud de los grandes maestros es el esfuerzo a conciencia... "El esfuerzo a conciencia y el conocimiento caminan paralelamente"... "Las más admirables combinaciones de los grandes maestros son la culminación de planes directos y simples. Estas brillantes combinaciones, que llenan nuestro ser del más alto sentimiento de bienestar, no ocurren al acaso: son producto de la evolución"... "Obrar a conciencia, ser sincero, querer, eso es desarrollo"
Y así jugaba:
Partida calificada como la más brillante del Torneo de Moscú de 1925
Carlos Torre, (México) - Friedrich Sämisch, (Alemania) [A46] Moscú, noviembre de 1925. Ataque Torre 1.d4 Cf6 2.Cf3 e6 3.Ag5 c5 4.e3 Cc6 5.Cbd2 b6 6.c3 Ab7 7.Ad3 cxd4 8.exd4 Ae7 9.Cc4 Dc7 10.Dd2 Tc8 11.0-0 h6 12.Af4 d6 13.Tfe1 Cd8 14.Dd1 Cd5 15.Ag3 0-0 16.Ch4 g5 17.Dh5 Rg7 18.Txe6!!
¡Explosión en el tablero! Sacrificio que hace trizas el enclave negro. 18...Cxe6 19.Cf5+ Rg8 20.Cxh6 + Rinde, mate en tres movimientos. 1-0
El rey magnetizado:
N. Dupré - Carlos Torre [C41] Campeonato de Nueva York, 1925 Defensa Philidor 1.e4 e5 2.Cf3 d6 3.d4 f5 4.Ac4 exd4 5.exf5 De7+ 6.Rd2 g6 7.Te1 Ah6+ 8.Rd3 Axf5+ 9.Rxd4 Ag7+ 10.Rd5 c6#