domingo, 2 de junio de 2013

Niños contra gigantes

Niños contra gigantes


Del ajedrez y la música han nacido más niños prodigio que de ninguna otra pareja de baile. La edad mínima para alcanzar la maestría es además un valor a la baja. Hace nada, un chaval de nueve años se convertía en el maestro FIDE más joven de Estados Unidos, pero el fenómeno no es nuevo, como podemos ver en esta selección de fotografías. Por poner alguna puerta al campo, solo aparecen imágenes de imberbes capaces de repartir estopa incluso cuando los adultos atacan en manada, en sesiones de partidas simultáneas.
Samuel Reshevsky es uno de los grandes de la historia. De origen polaco, a los siete años ya causaba el asombro que muestran los señores de la fotografía (sobre todo el que se echa la mano a la cabeza), publicada por «The New York Times» en 1920. La familia se acababa de mudar al epicentro del imperio, donde el chaval no solo causó sensación; se convirtió además en el sustento económico de los Reshevsky.
Sammy fue ocho veces campeón estadounidense, representó a su país de adopción en ocho Olimpiadas y logró dos medallas de oro, una de equipo en 1937 y otra individual en 1950. También se acercó al cetro mundial, como se sabe, sin éxito. En el mítico torneo de 1948 organizado a la muerte de Alekhine quedó tercero, empatado con un genio como Paul Keres. En su segundo asalto al título, fue segundo en el supertorneo de Zúrich de 1953, también empatado con otros grandes maestros de primera fila, uno de los cuales, David Bronstein, documentó aquella competición con uno de los mejores libros de ajedrez que se han escrito nunca. En 1968 volvería a intentarlo, pero Víktor Korchnoi le cerró el paso.
Reshevsky tenía una peculiaridad muy llamativa. Solía caer en terribles apuros de tiempo. Su comportamiento entonces era casi cómico, con saltitos y gestos nerviosos que, en realidad, afectaban más al juego de su rival que al suyo. Murió en 1992. Y hablando de cómicos, Chaplin cuenta en su autobiografía un encuentro con el niño ajedrecista, que «incluso aparentaba menos edad» y tenía una «carita delgada, pálida y concentrada, con unos grandes ojos, que miraban retadores cuando se entrevistaba con la gente».
Arturo Pomar fue el gran niño prodigio español, exhibido por el régimen, que sin embargo no le ayudó a ocupar el puesto que merecía en el ajedrez mundial
Arturo Pomar (Palma de Mallorca, 1931) es todavía el único ajedrecista español que recuerdan muchos españoles de cierta edad y seguramente se trata de un desconocido para algunos de los más jóvenes. Protagonista habitual del NO-DO, tuvo la mala suerte de crecer en la España de posguerra, que aprovechó de él lo que ofrecía de propaganda pero no le dio nada a cambio, al contrario de lo que hacía la Unión Soviética con sus estrellas. Pese a su precocidad, la falta de ayudas para contratar entrenadores hizo que no obtuviera el título de gran maestro hasta los 30.
Pese a todo, Pomar fue el gran dominador de su época en España, donde ganó siete campeonatos nacionales (solo ha sido superado recientemente por Miguel Illescas), además de una medalla de bronce individual en una de sus  doce participaciones olímpicas. En nuestro país ganó importantes campeonatos, pero su mejor resultado fue un segundo puesto en Wijk Aan Zee (Holanda), competición comparable a un Grand Slam. Hizo tablas, asimismo, con algunos campeones del mundo, como Alekhine, Tal y Fischer, pero sus problemas de salud acabaron minando su fuerza competitiva. En septiembre cumplirá 82 años.
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Bobby Fischer no necesita ninguna presentación. La fotografía, que no es demasiado buena, corresponde a una sesión de simultáneas ofrecida cuando tenía 13 años. Hay otras imágenes, no demasiado buenas, salvo una que omito porque el campeón invicto, como le gustaba considerarse en los últimos años de su vida, ya había cumplido los veinte. En el caso de Bobby, en Youtube se puede encontrar algún vídeo de sus partidas simultáneas. En ellos llama la atención la rapidez y seguridad con la que hacía casi siempre sus jugadas. En este brevísimo vídeopuede apreciarse su extraña y veloz forma de moverse entre las mesas. Solo en uno de los tableros, contra un niño aún más joven que él, parece reflexionar un poco.
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Judit Polgar es otra «vieja» conocida de cualquier aficionado. La fotografía corresponde a una sesión de simultáneas contra jóvenes celebrada en 1992, cuando la menor de la familia tenía 16 años y ya era la mejor jugadora del mundo. Más de dos décadas después, sigue a gran distancia de sus perseguidoras, aunque apenas juega contra ellas, porque nunca participa en competiciones exclusivamente femeninas. Sobre las hermanas Polgar, en todo caso, ya he escrito de forma más extensa otros días, sobre todo en este largo texto en el que recordaba a las tres chicas que nunca fueron al colegio.
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Cierro este pequeño repaso con el caso menos conocido y más misterioso de todos. Jutta Hempelnació en 1960 en la ciudad alemana de Flensburg y demostró una precocidad excepcional. Parece ser que a los tres años ya podía reproducir de memoria cualquier partida que hubiera visto. Su sexto cumpleaños lo celebró ofreciendo una sesión de simultáneas y a los siete era campeona juvenil de su localidad, torneo en el que casi todos sus rivales doblaban con holgura su edad. Entre sus frecuentes exhibiciones, no faltaban las partida a la ciega.
Hempel, sin embargo, con el paso de los años perdió el interés por el ajedrez y abandonó su carrera para dedicarse a su familia. Es difícil aventurar hasta dónde habría llegado. También se podría especular sobre si sus demostraciones infantiles fueron buenas para ella o la causa última de su desaparición de los tableros

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