El tercer Campeón del Mundo, José Raúl Capablanca y Graupera, nació en La Habana, Cuba, el 19 de noviembre de 1888, siendo ésta todavía colonia de .
Capablanca aprendió las reglas, según él mismo escribe en “My Chess Career, a los cuatro años de edad, a base de mirar las partidas que su disputaba en . En una ocasión, viendo que éste hacía una jugada ilegal que pasaba desapercibida a su rival, el pequeño Capablanca decidió intervenir, haciéndoles ver su error. Uno no puede más que suponer la sorpresa de su progenitor, quien creía que José Raúl poco sabía del juego, pero imagínense su cara cuando Capablanca le retó ahí mismo y le derrotó. Su padre llevó al pequeño al club de ajedrez, donde dio muestras de su nivel venciendo a los mejores jugadores del club cuando estos le daban la dama de ventaja.
Increíblemente, los médicos dijeron a su padre que el juego podría perjudicar a José Raúl, por lo que estuvo varios años jugando al ajedrez de forma más bien esporádica.
Su primer éxito no llegaría hasta los trece años, cuando derrotó a Juan Corzo, proclamándose así Campeón de Cuba.
En 1904 viajó a Estados Unidos para aprender inglés y disponerse a entrar a la Universidad de Columbia para estudiar ingeniería química. Pero en 1905 visitó el Manhattan Chess Club y pronto quedó atrapado por el mundo de las sesenta y cuatro casillas. Allí rápidamente destacó por su habilidad en las partidas relámpago, ganando un torneo blitz en el Manhattan Chess Club que incluía en la nómina de participantes nada menos que al Campeón Mundial Emanuel Lasker.
Ya en 1906 dejó los estudios y se dedicó plenamente al ajedrez. Tras una exitosa gira de simultáneas y partidas de exhibición entre los años 1906-1908, Capablanca finalmente tuvo la oportunidad de medirse a uno de los mejores: Frank J. Marshall. El norteamericano era considerado uno de los maestro más destacados del mundo, pero eso no impidió que Capablanca le destrozara por el tanteo +8 -1 =14. Por supuesto, huelga decir que este resultado dio al cubano fama mundial.
Los éxitos se sucedieron uno tras otro (1º en San Sebastián 1911, 2º La Habana 1913 (detrás de Marshall), º San Petersburgo 1914 (detrás de Lasker), 1º en Hastings 1919 y muchas victorias en torneos menores americanos.
Finalmente, en 1921, consigue que Lasker acepte jugar un Match por el Campeonato de Mundo (tras haberle rechazado en 1911). El Campeón alemán seguía siendo un rival formidable, pero tenía ya 53 años, mientras que Capablanca se hallaba muy cerca de la plenitud de sus fuerzas. El resultado no dejó lugar a dudas: Capablanca venció en cuatro partidas y las diez restantes acabaron en tablas, proclamándose así el cubano Campeón del Mundo.
Durante estos años Capablanca simplemente lo ganaba todo. Para que el lector se haga una idea, entre 1916 y 1924 el cubano se mantuvo imbatido durante 63 partidas de torneo, lo que le granjeó la fama de ser “una máquina de ajedrez”. Su estilo rebosaba sencillez: todos los maestros entendían lo que hacía, pero resultaba totalmente imposible imitarle. Sin embargo, aunque su talento innato (tal vez el mayor de todos los tiempos) le permitía saber dónde debía estar ubicada cada pieza, a la hora de implementar sus ideas no siempre era preciso. Su talón de aquiles era el juego concreto, un defecto que le pasaría factura seis años más tarde.
En 1927 Alekhine derrotó, para sorpresa de todos, a Capablanca en Buenos Aires.
El jugador ruso retuvo el cetro (con un breve paréntesis entre 1935 y 1937, en el que el título estuvo en manos del holandés Max Euwe) hasta su muerte en 1946, sin permitir jamás que Capablanca tuviera la oportundidad de un Match Revancha. Aunque es posible que Alekhine ya fuera superior a principios de la década de los 30, no cabe duda de que temía a Capablanca, quien hubiera estado especialmente motivado. Una auténtica pérdida para el ajedrez.
El tercer Campeón del Mundo, José Raúl Capablanca y Graupera, nació en La Habana, Cuba, el 19 de noviembre de 1888, siendo ésta todavía colonia de España.Capablanca aprendió las reglas, según él mismo escribe en “My Chess Career, a los cuatro años de edad, a base de mirar las partidas que su padre disputaba en casa. En una ocasión, viendo que éste hacía una jugada ilegal que pasaba desapercibida a su rival, el pequeño Capablanca decidió intervenir, haciéndoles ver su error.
Uno no puede más que suponer la sorpresa de su progenitor, quien creía que José Raúl poco sabía del juego, pero imagínense su cara cuando Capablanca le retó ahí mismo y le derrotó. Su padre llevó al pequeño al club de ajedrez, donde dio muestras de su nivel venciendo a los mejores jugadores del club cuando estos le daban la dama de ventaja. Increíblemente, los médicos dijeron a su padre que el juego podría perjudicar a José Raúl, por lo que estuvo varios años jugando al ajedrez de forma más bien esporádica.Su primer éxito no llegaría hasta los trece años, cuando derrotó a Juan Corzo, proclamándose así Campeón de Cuba.
En 1904 viajó a Estados Unidos para aprender inglés y disponerse a entrar a la Universidad de Columbia para estudiar ingeniería química. Pero en 1905 visitó el Manhattan Chess Club y pronto quedó atrapado por el mundo de las sesenta y cuatro casillas. Allí rápidamente destacó por su habilidad en las partidas relámpago, ganando un torneo blitz en el Manhattan Chess Club que incluía en la nómina de participantes nada menos que al Campeón Mundial Emanuel Lasker.Ya en 1906 dejó los estudios y se dedicó plenamente al ajedrez. Tras una exitosa gira de simultáneas y partidas de exhibición entre los años 1906-1908, Capablanca finalmente tuvo la oportunidad de medirse a uno de los mejores: Frank J. Marshall.
El norteamericano era considerado uno de los maestro más destacados del mundo, pero eso no impidió que Capablanca le destrozara por el tanteo +8 -1 =14. Por supuesto, huelga decir que este resultado dio al cubano fama mundial.Los éxitos se sucedieron uno tras otro (1º en San Sebastián 1911, 2º La Habana 1913 (detrás de Marshall), º San Petersburgo 1914 (detrás de Lasker), 1º en Hastings 1919 y muchas victorias en torneos menores americanos.Finalmente, en 1921, consigue que Lasker acepte jugar un Match por el Campeonato de Mundo (tras haberle rechazado en 1911).
El Campeón alemán seguía siendo un rival formidable, pero tenía ya 53 años, mientras que Capablanca se hallaba muy cerca de la plenitud de sus fuerzas. El resultado no dejó lugar a dudas: Capablanca venció en cuatro partidas y las diez restantes acabaron en tablas, proclamándose así el cubano Campeón del Mundo. Durante estos años Capablanca simplemente lo ganaba todo.
Para que el lector se haga una idea, entre 1916 y 1924 el cubano se mantuvo imbatido durante 63 partidas de torneo, lo que le granjeó la fama de ser “una máquina de ajedrez”. Su estilo rebosaba sencillez: todos los maestros entendían lo que hacía, pero resultaba totalmente imposible imitarle. Sin embargo, aunque su talento innato (tal vez el mayor de todos los tiempos) le permitía saber dónde debía estar ubicada cada pieza, a la hora de implementar sus ideas no siempre era preciso. Su talón de aquiles era el juego concreto, un defecto que le pasaría factura seis años más tarde.
En 1927 Alekhine derrotó, para sorpresa de todos, a Capablanca en Buenos Aires. El jugador ruso retuvo el cetro (con un breve paréntesis entre 1935 y 1937, en el que el título estuvo en manos del holandés Max Euwe) hasta su muerte en 1946, sin permitir jamás que Capablanca tuviera la oportundidad de un Match Revancha. Aunque es posible que Alekhine ya fuera superior a principios de la década de los 30, no cabe duda de que temía a Capablanca, quien hubiera estado especialmente motivado. Una auténtica pérdida para el ajedrez.
Capablanca murió en Nueva York el 8 de marzo de 1942, en el Hospital Monte Sinaí, lugar donde también había fallecido un año antes Emanuel Lasker.
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