domingo, 7 de octubre de 2012

Datos y Anécdotas del Ajedrez



Nadie sabe cuándo surgió el ajedrez (palabra que procede de la expresión árabe al-sitrany), pero según una leyenda hindú fue inventado por el brahmán Sisa para castigar la soberbia de su rey. Éste, maravillado, le dijo a Sisa que pidiera lo que quisiera como pago por su juego, y el misterioso personaje pidió un grano de trigo por la primera casilla del tablero, dos por la segunda, cuatro por la tercera, y así sucesivamente, en orden progresivo, hasta completar las 64 casillas. Consultados, los consejeros del monarca le hicieron saber que todo el trigo del reino no alcanzaría para satisfacer la demanda.

Según la teoría más aceptada, el origen del ajedrez se remonta a unos 3 mil o 4 mil años a.C. Es probable que haya aparecido en India, como una derivación del chaturanga o juego de los cuatro campos, que alude a las cuatro armas del ejército indio: infantería, caballería, elefantes y carros de combate, representados respectivamente por los peones, caballos, alfiles y torres. De India pasó a Persia, y los árabes, al invadir Persia, llevaron el ajedrez a España. Las piezas y las reglas del juego fueron evolucionando, hasta adquirir su forma actual en el Renacimiento.

En 1571, el español Ruy López derrotó al italiano Leonardo da Cutri, apodado il Puttino (el Amorcillo, por su baja estatura), y fue considerado campeón mundial. Dos años más tarde el italiano cobró venganza, y Felipe II le entregó como premio mil escudos de oro, joyas y pieles. Otros maestros legendarios fueron el italiano Gioacchino Greco, el francés Philidor y el prusiano Anderssen; este último, también filósofo y matemático.
El estadunidense Paul Morphy, en el siglo XIX, era un niño prodigio que se sabía de memoria lo mismo partidas de ajedrez completas que el Código Civil de Luisiana. Ofrecía exhibiciones simultáneas, enfrentando a la vez a varios jugadores… ¡con los ojos vendados! En Europa derrotó a los jugadores más fuertes con su juego agresivo e implacable. Abandonó el ajedrez a los 21 años, se hundió en la más profunda depresión y vivió desde entonces recluido en su casa, al cuidado de su madre y su hermana, quienes un día de 1884 lo encontraron muerto en el baño.

Pero es el austriaco Wilhelm Steinitz quien está considerado como el primer campeón mundial oficial. Derrotó al polaco Zukertort y después a Anderssen. Tras ocho años, perdió el campeonato contra el alemán Emmanuel Lasker. En la última partida, tras acostar su rey, Steinitz, que era todo un caballero, se puso de pie y exclamó: “¡Tres hurras para el nuevo campeón!”. Más tarde perdería la razón. En su delirio, aseguraba haber inventado un método para vencer al mismísimo Dios, dándole de ventaja un peón y las blancas.

Además de ajedrecista, Lasker, como Anderssen, era filósofo y matemático. Amigo de Einstein, solían ambos dar largos paseos, conversando de física. ¡Y era sobre todo Lasker quien hablaba! Después de 27 años como campeón, fue derrotado, en La Habana, por el genial José Raúl Capablanca. Lasker se rindió tras cuatro derrotas, diez empates ¡y cero victorias!

El ajedrecista cubano Capablanca aprendió a jugar ajedrez a los 4 años, viendo jugar a su padre con un amigo. A los dos les ganó con facilidad. Con 12 años, se coronó campeón de Cuba. En Nueva York venció a Marshall, campeón estadunidense. En Europa ganó los torneos más importantes, y en 1921 le arrebató la corona a Lasker. Tan presuntuoso y narcisista como encantador, solía decir que el ajedrez era para él “como una lengua materna”. En su primera defensa, perdió el título en Buenos Aires frente al ruso Alexander Alekhine. Es probable que su afición por las mujeres haya tenido que ver en esa derrota, pues durante el match solía vérsele por las noches bailando tango.

Capablanca tuvo un final propio de un hombre que ha entregado su vida al ajedrez: sufrió un ataque cerebral mientras veía una partida en el Manhattan Chess Club.

Alekhine no tenía otro interés en la vida que el juego-ciencia. En una ocasión, al cruzar la frontera polaca, declaró: “Soy Alekhine, campeón mundial de ajedrez. Tengo un gato que se llama Ajedrez. No necesito pasaporte.” Alcohólico, con delirios de grandeza, perdió el título ante Max Euwe, inferior a él, pero entonces el ruso dejó el alcohol y el tabaco, y en 1937 recuperó el cetro ante el mismo Euwe. Moriría siendo campeón mundial, pero en la pobreza, en un modesto cuarto de hotel, con un tablero portátil de ajedrez sobre el pecho.

Rusia, país del jaque

Si un país ha cultivado con verdadero fervor la práctica profesional de este juego de táctica y estrategia, ese país es Rusia, donde el ajedrez es materia obligatoria en las escuelas. A Alekhine le siguieron como campeones mundiales varios maestros rusos, hasta que llegó el estadunidense Bobby Fischer, otro prodigio. A los 6 años, su hermana le enseñó a mover las piezas. Fue campeón nacional a los 14, y Gran Maestro a los 15. Con el coeficiente intelectual de un genio, Fischer no leía más que libros de ajedrez y la revista MAD.

Eran los tiempos de la guerra fría entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviérica, lo que contribuyó al enorme interés que despertó en todo el mundo el encuentro entre el prodigio estadunidense y el campeón mundial, Boris Spassky.

El match a 24 partidas se llevó a cabo en Reykjavik, Islandia, en 1972, y fue el primero televisado a nivel mundial a instancias de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), ganando Fischer el cetro.

En desacuerdo con el reglamento de la FIDE, Fischer se retiró del ajedrez, dejando el campeonato en manos de su primer retador. Dijo que ahora se interesaba por la política y la religión. Sólo abandonó momentáneamente su retiro en 1992, para jugar un match de exhibición con Spassky, a quien volvió a derrotar.

El juego se llevó a cabo en la antigua Yugoslavia, bloqueada por EU. La acción de Fischer fue considerada como traición en su propio país y se convirtió en fugitivo. Detenido en Japón, estuvo en prisión nueve meses, hasta conseguir la ciudadanía islandesa. A su arribo a Reykjavik fue recibido por la multitud como un héroe.

Sin jugar, Anatoly Karpov fue reconocido como el nuevo campeón. En 1985 lo perdió a manos de Garry Kasparov. Kasparov refrendó el título ante Karpov en varias ocasiones. Años después, el llamado Ogro de Bakú, para muchos el más grande ajedrecista de todos los tiempos, renunció a la FIDE, creando su propia asociación.

En tanto, Karpov fue nuevamente campeón al vencer a Timman. Y Kasparov derrotó al inglés Short para ganar el campeonato de la Asociación Profesional de Ajedrez (PCA). El cisma terminó en 2006, cuando Vladimir Kramnik, quien derrotó a Kasparov en 2000, jugó un match contra el campeón de la FIDE, el búlgaro Veselin Topalov, a quien venció. Kramnik es el primer campeón unificado.

El ajedrez no es, por cierto, una disciplina exclusiva para los hombres. Cada día hay más mujeres que lo practican. La más destacada hoy es la húngara Judith Polgar, que juega de tú a tú con los mejores del mundo.

Por otra parte, es sorprendente el desarrollo que han tenido los programas para jugar ajedrez. Cuando Kasparov enfrentó a Deep Blue, una supercomputadora, el New York Times publicó en primera plana una foto del campeón con el siguiente rezo: “¿Será este hombre capaz de salvar a la humanidad?”. Tras ardua lucha, Deep Blue derrotó al ruso. En 2002, Kramnik empató con Deep Fritz. Luego, Kasparov empató con X3 Fritz, y en 2006 Deep Fritz derrotó a Kramnik…

Más allá de estos espectaculares enfrentamientos entre el ser humano y la máquina, las computadoras son muy útiles como herramientas analíticas. Ahora, los ajedrecistas pueden jugar en la red con rivales universales, y los aficionados siguen en vivo las partidas de los grandes maestros, con comentarios en línea de los expertos.

Ciudad de México/Armando Alanís
Fuente: Milenio México
 

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